20/12/2024
Nasser Kandil
Quienes promueven la narrativa del colapso del eje de la resistencia y el éxito del proyecto Estadounidense-Israelí en la derrota de las fuerzas de la resistencia afirman que la victoria E.U.A-Israelí sobre la resistencia en Líbano y Palestina se ha conseguido, sumando su supuesto triunfo en Siria. Ahora sostienen que Yemen es el siguiente, sugiriendo que las campañas dirigidas en su contra son el comienzo de una trayectoria predeterminada destinada a borrar a Yemen del mapa regional. Pero, ¿es válida esta suposición?
Una mirada de cerca al panorama regional nos lleva a plantear preguntas críticas -claves para evaluar objetivamente las pérdidas y ganancias. ¿Fue el proyecto ampliado E.U.A-Isarelí de los últimos 15 meses un mero intento de dañar a la resistencia en Líbano y Palestina? ¿O estaba basado en un cálculo estratégico que reconocía que, trás la Operación Inundación al-Aqsa y el frente de apoyo Libanés, la resistencia se había convertido en una amenaza existencial para la entidad ocupante? Este cálculo sugería que la coexistencia con la resistencia ya no era posible, como los eventos recientes demostraron que ningún control o garantías podría prevenir las continuas amenazas existenciales a los territorios ocupados en 1948 mientras estas fuerzas de la resistencia permanecieran en las fronteras. La única solución percibida, por tanto, era la eliminación y erradicación de esta resistencia como condición previa para la estabilidad existencial de la entidad. ¿Se ha logrado este objetivo?
El mero hecho de que la entidad ocupante recurriera a un acuerdo de alto al fuego con la resistencia en Líbano -sin asegurar las concesiones demandadas inicialmente y después de negociar bajo fuego- indica que la resistencia impuso exitosamente sus términos. La entidad fue forzada a retirarse y aceptar un alto al fuego sin ganancias. Este acuerdo devolvió efectivamente la situación a la Resolución 1701, que representa una fase de coexistencia con una resistencia armada bajo las garantías de una resolución de la ONU. Irónicamente, la propia guerra se lanzó para dejar obsoleta esta fase, bajo la premisa de que la coexistencia ya no era viable. Volver a ella significa el fracaso tanto del frente terrestre como del frente interno para protegerse del fuego de la resistencia. Afirmaciones de que los acontecimientos posteriores en Siria afectaron a las líneas de suministro de la resistencia son poco convincentes,ya que estas líneas de suministros, aunque críticas en el pasado, se han vuelto vitales debido a los avances de la resistencia en la fabricación, sobre todo de drones y misiles Kornet mejorados. Estas armas juegan un papel fundamental en las batallas terrestres y son un desafío significativo para la Cúpula de Hierro del ejército ocupante durante la guerra.
De igual manera, en Gaza, la entidad ocupante accedió a un alto al fuego con la resistencia mientras es plenamente consciente de que falló en desmantelar a la resistencia o en neutralizar sus capacidades. Sus tropas se desangraban bajo los golpes de la resistencia, más severamente que al comienzo de la guerra. Terminar la guerra mientras la resistencia permanece intacta significa un regreso a la coexistencia con una resistencia armada, una que con la Operación Inundación al-Aqsa demostró, que ha evolucionado hasta convertirse en una amenaza existencial. La resistencia ha probado su habilidad de mantener esta amenaza incluso bajo asedio, por lo que es probable que se repita en el futuro. La guerra ha fallado en asegurar seguridad existencial para la entidad ocupante o en eliminar la amenaza estratégica que supone la resistencia. Irónicamente, quienes declaran la derrota de la resistencia la atribuyen a la amenaza del expresidente estadounidense Donald Trump de sumir a Oriente Medio en el caos a menos que la guerra termine antes de su regreso a la Casa Blanca, afirmando que esto indica la intención de Estados Unidos de atacar a Irán. Pero, entonces, ¿por qué la entidad ocupante no mantuvo la guerra en curso hasta la llegada de Trump, si esto habría asegurado su resultado deseado: acción militar estadounidense contra Irán?
Volviendo a Yemen, podemos preguntarnos: ¿la medida de la victoria o la derrota es el ataque Estadounidense-Israelí contra Yemen, o es algo más? Yemen, a pesar de su debilidad, pobreza y hambre, ha desafiado exitosamente el prestigio y la capacidad de disuasión Estadounidense en el Mar Rojo, una de las rutas marítimas más importantes, como se destaca en los informes anuales de estrategia militar de Estados Unidos. Este desafío se tradujo en impedir el paso de buques pertenecientes a la entidad ocupante o destinados a ella, lo que culminó con el cierre del puerto de Eilat debido a la paralización del tráfico marítimo. ¿Ha conseguido el esfuerzo Estadounidense-Israelí eliminar esta amenaza? La respuesta es sencilla: abrir el puerto de Eilat y observar si los buques abarrotan sus muelles. ¿Es esa la realidad?
Un examen más detenido de la narrativa anti-resistencia revela que se trata de una mera ilusión óptica, basada en imágenes estereotipadas que sustituyen los debates sobre la derrota por el recuento de las pérdidas. Un poco de atención desenmascara este engaño, revelando que aunque las fuerzas de la resistencia han pagado un alto precio, han preservado el equilibrio de poder, y continúan manteniéndolo.