21/12/2024
Nasser Kandil
• El Partido de Justicia y Desarrollo hizo grandes esfuerzos para unirse a la Unión Europea, sólo para descubrir que no se le reservaba ningún lugar dentro de la UE, a pesar de cumplir con las arduas exigencias del bloque. Esta exclusión se derivaba de la percepción occidental de Turquía como un actor funcional dependiente de su pertenencia a la OTAN, desprovisto del valor estratégico que justifica los beneficios de la adhesión a la UE. Esta realidad se vio exacerbada por el auge de los movimientos de extrema derecha en Europa y la prevalencia de la islamofobia. En consecuencia, el Partido de la Justicia y el Desarrollo pivotó hacia el este hace casi dos décadas, logrando avances sin precedentes en sus relaciones con Siria antes de la Primavera Árabe.
• El Occidente, liderado por los Estados Unidos, volvió a atraer con éxito a Turquía hacia un papel funcional tentándola a liderar la Primavera Árabe y fingiendo apoyo a sus aspiraciones de un resurgimiento “neo-otomano”. Esta maniobra se basaba en la posición única de Turquía dentro del islam político árabe, en particular sus vínculos con los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, esta insinuación occidental duró poco. Occidente facilitó rápidamente a los Estados del Golfo la recuperación de Egipto y Túnez de la esfera de influencia de Turquía y permitió a Israel tener vía libre para atacar a Hamás, el principal representante del islam político árabe.
• Recientes movimientos Occidentales y Europeos, particularmente Estadounidenses en relación con el levantamiento de las sanciones a Siria bajo mediación Turca -con una abultada lista de condiciones- indican que occidente no ha abandonado su visión funcional de Turquía y sigue negándole un papel estratégico. El firme apoyo de Washington a las Fuerzas Democráticas Sirias, incluida su autonomía militar y el acceso exclusivo a la riqueza petrolera de Siria, envía una señal clara: Las ambiciones de Turquía de neutralizar la amenaza existencial que supone una posible entidad kurda a lo largo de sus fronteras siguen obstruidas. Esta postura Estadounidense concuerda a la perfección con la perspectiva Israelí, que considera que el papel Kurdo es fundamental para remodelar el panorama regional. Las acciones de Israel en territorio sirio avergüenzan aún más a Turquía, a la que ya se acusa de pasividad ante la masacre de palestinos en Gaza.
• En la práctica, Turquía entiende que la partición de Siria y la violación de su soberanía en favor de la entidad ocupante socavan directamente la seguridad nacional turca. También reconoce que la clave para evitar dicho deterioro reside en la cooperación Turco-Iraní, que puede evitar el enfrentamiento sectario en la región y forjar un nuevo equilibrio de poder frente al expansionismo Israelí. Esta cooperación podría implicar una división funcional del trabajo entre los movimientos de resistencia, con Irán manteniendo fuertes lazos con la resistencia en Líbano, Irak y partes de Palestina, mientras Turquía aprovecha su influencia en Siria y su relación especial con Hamás.
La prueba más significativa del valor de la cooperación Turco-Iraní es su esfuerzo conjunto para frustrar la creación de un estado kurdo en el norte de Irak tras el referéndum de independencia de 2017. Su interés común en preservar la integridad territorial de la región y rechazar la creación de una entidad Kurda sigue siendo la piedra angular de su alianza.
• Hoy, Turquía se encuentra en una posición precaria. Ha perdido la confianza en su relación con Irán al tiempo que se da cuenta, una vez más, de que Occidente la engaña, relegándola a un papel funcional y no estratégico. Sin embargo, en las relaciones internacionales, nada es imposible. ¿Podría Turquía reorientarse como lo hizo durante el Proceso de Astana, cuando cambió de rumbo al darse cuenta de que Occidente la había enredado en una confrontación abierta con Rusia?
• Por su parte, Rusia no parece haber abandonado sus lazos con Turquía, especialmente a medida que aumentan los indicios del compromiso de Moscú de mantener sus bases en Siria. ¿Podría resurgir un eje Ruso-Iraní, aunque Turquía siga siendo miembro de la OTAN? De ser así, Ankara podría posicionarse como un formidable negociador respaldado por una sólida alianza. Sin embargo, Turquía comprende que es esencial recuperar la confianza. Facilitar las operaciones de Hamás en coordinación con los nuevos dirigentes sirios -a través de territorio sirio- podría ser la respuesta. Una medida así enviaría señales no sólo a Irán sino también a Occidente.