15/01/2025
Nasser Kandil
• Líderes de Occidente y de la entidad ocupante no pueden negar que la guerra que está a punto de terminar en Gaza era su empeño compartido. Sin la implicación directa de Occidente, su financiación, armamento, movilización y despliegue de flotas, la entidad no habría perdurado tanto tiempo. Ninguno de ellos puede negar que invirtieron colectivamente su peso político, diplomático, militar y financiero en ganar una guerra librada en apenas 360 km2, equivalente a un pequeño barrio de cualquier gran ciudad. Sin embargo, el primer golpe de la “Inundación Al-Aqsa” el 7 de Octubre de 2023, fue suficiente para sacudir los pilares de poder de la entidad, forzando a todo Occidente a precipitarse a la región con sus dirigentes, ejércitos, fondos y armas. Desataron su maquinaria mediática y diplomática para garantizar el máximo apoyo al frente de la entidad contra Gaza.
• Esta guerra se convirtió en el tema principal de las agendas políticas, mediáticas y públicas mundiales. A pesar de la traición del mundo Árabe e Islámico a Gaza, tanto a nivel gubernamental como popular, Gaza consiguió reunir aliados que lucharon ferozmente y soportaron grandes sacrificios, sobre todo en los frentes Libanés y Yemení.
En Líbano, la resistencia neutralizó la capacidad del ejército de la ocupación para librar una guerra terrestre, obligándole a aceptar un alto al fuego sin ganancias, al tiempo que reconocía la continuidad del armamento de la resistencia. Esto significa una vuelta forzada a la coexistencia con una resistencia armada en la frontera norte, algo que los líderes de la entidad reconocen unánimemente como una amenaza existencial, una cuestión de tiempo más que de posibilidad. Aceptar la coexistencia en el frente norte significa implícitamente conceder lo mismo en el frente sur.
• En Yemen, la resistencia desafió el poderío naval Estadounidense y occidental, imponiendo su voluntad a pesar de la presencia de portaaviones, buques de guerra, destructores y submarinos. Las fuerzas Yemeníes bloquearon eficazmente el puerto de Eilat hasta su cierre. Sus misiles y drones reforzaron lo que la resistencia Libanesa ya había demostrado: el fracaso de la Cúpula de Hierro, a pesar de las tecnologías avanzadas y la incorporación de los sistemas Estadounidenses THAAD. Los colonos siguieron huyendo en masa a los refugios, dejando al descubierto la fragilidad de la doctrina de seguridad de la entidad. Fracasaron los intentos de excluir a Yemen de su papel de frente de apoyo a Gaza, y uno de los principales motores de un acuerdo de alto al fuego fue el reconocimiento de que era la única forma de resolver el “dilema” Yemení, que se había convertido en una fuente de vergüenza para Washington y Tel Aviv.
• Globalmente, las repercusiones de la guerra de Gaza compensaron los fracasos del mundo Árabe e Islámico. Las universidades occidentales encabezaron un movimiento intelectual y cultural para afirmar los derechos Palestinos sobre todo su territorio nacional. Los boicots económicos se extendieron, provocando cambios estructurales en las relaciones de la red empresarial mundial con la entidad. Las capitales occidentales fueron testigos de cómo millones de personas se manifestaban por la libertad de Palestina. Política y diplomáticamente, se produjo un realineamiento: los Estados cortaron lazos con la entidad, cerraron embajadas, retiraron embajadores y reconocieron la condición de Estado de Palestina. Otros emprendieron acciones legales contra la entidad en tribunales internacionales, mientras que la Corte Penal Internacional se movilizaba para dictar órdenes de detención contra sus dirigentes por crímenes de guerra.
• La causa Palestina recuperó su protagonismo, no sólo como cuestión humanitaria y jurídica, sino también estratégica. Resolverla de forma aceptable para el pueblo Palestino se considera ahora esencial para la estabilidad de Oriente Medio, la estabilidad del mercado energético y, por extensión, la estabilidad mundial. El mundo ha cambiado y la causa Palestina también. La “Inundación de Al-Aqsa” logró sus objetivos, dejando al mundo pendiente de cómo concluye la guerra para determinar los límites de la política y el poder que pueden conquistar los Palestinos.
A pesar de la carta blanca concedida a la entidad para destruir la infraestructura de Gaza, los Palestinos han impuesto condiciones que preservan las armas de su resistencia y niegan a la ocupación cualquier ganancia territorial o de seguridad en Gaza. La entidad se ve ahora obligada a declarar el final de la guerra, y a los dirigentes de Washington y Tel Aviv les queda presumir de logros huecos, como la afirmación de Antony Blinken de éxitos en Líbano, enmarcando el resultado en el mero hecho de alejar a Hezbollah de la frontera o cortar las rutas de suministro a través de Siria. Sin embargo, el poder de Hezbollah sigue intacto y el “logro” proclamado no es más que aplazar la amenaza.
Mientras en Líbano algunos necios miopes celebran la idea de que el desarme de Hezbollah está sobre la mesa -del mismo modo que acabarán repitiendo como loros la misma retórica sobre Gaza, envueltos en discursos de “neutralización de amenazas inmediatas”-, una ilusión similar se apodera de ciertas facciones idiotas dentro de la Autoridad Palestina. Se deleitan con victorias imaginarias sobre la resistencia, ajenos a la realidad más amplia. La atención no debe centrarse en la retórica de los portavoces de la Unidad 8200, que se centra en la eliminación de las amenazas actuales, sino en la fuerza y resistencia duraderas de la resistencia. La pregunta clave es: ¿qué pasará mañana? Una futura confrontación con la ocupación es inevitable. La entidad ocupante sólo puede soñar con repetir los logros que percibe en este conflicto, un conflicto en el que, a pesar de los incesantes esfuerzos de la ocupación, al final no consiguió la victoria.